El aceite de oliva es uno de los tesoros de la agricultura española. Se trata de uno los pilares sobre los que se apoya la Dieta Mediterránea, una dieta que forma parte de nuestro patrimonio por su carácter saludable y equilibrado. El aceite de oliva es protagonista en las cocinas de la mayoría de los hogares. Sin embargo, existen otras variedades que es necesario conocer y utilizar por su múltiples propiedades nutricionales. Los mejores aceites son los que se elaboran mediante presión en frío, un procedimiento que no adultera su aroma, color y sabor.
El aceite de oliva se caracteriza por su riqueza en vitamina E -antioxidante natural- y fitosteroles, que evitan la absorción de colesterol por parte del organismo. Del mismo modo, destacan por el elevado aporte de ácido oleico que, junto con la vitamina E, contribuye a prevenir el desarrollo de algunos tipos de cáncer. El aceite de oliva es más saboroso y aromático que los aceites de semilla y presenta un amplio abanico de variedades. De entre ellas, el aceite virgen y el puro de oliva son los que conceden mayores beneficios para la salud, seguidas de cerca por el refinado y el de orujo de oliva, más económicos.
El aceite de semilla también destaca por la gran oferta de variedades que presenta, aunque suelen ser utilizados únicamente para cocinar. Destaca el aceite de girasol, uno de los más ricos en ácido linoleico, que aumenta las defensas, y vitamina E. El aceite de soja, por su parte, es rico en grasas poliinsaturadas, de función cardioprotectora, y en acido linoleico. También es posible encontrar otras variedades de aceite de semilla menos convencionales como la de nuez, sésamo o, incluso, coco.
En cualquier caso, el aceite es un producto vital que debe estar presente en toda dieta saludable, siempre de manera equilibrada. La elección de una variedad en detrimento de otra es ya cuestión de gustos, usos y necesidades.